El martes 18 de enero recibimos en la clase la visita de un hombre que vino a hablarnos sobre sus ideas, pensamientos y, en general, forma de ver la vida. La persona en cuestión se llama Jaime de Vicente y nos estuvo leyendo unos artículos que había escrito, algunos de los cuales nos proporcionó al terminar la charla.
Aquí os dejo uno de ellos:
Salvad la libélula
Jaime de Vicente
Ante las situaciones que nos afectan en sentido negativo, o que nos inquietan o nos preocupan, en muchas ocasiones reaccionamos de forma desproporcionada, guiados por un impulso visceral más que por el análisis y el razonamiento objetivos. De los dos platillos de la balanza, exite una tendencia a primar el peso de los inconvenientes en detrimento de las ventajas o, por lo menos, de los posibles paliativos. Como consecuencia, corremos el riesgo de pasar una parte significativa de nuestra vida desasosegados, cuando no disgustados o enfadados con alguien en concreto, a quien responsabilicemos de la situación, o con el mundo en general.
Uno de los bienintencionados y gráficos consejos que se prodigan para estos casos es el de que debemos ver la botella medio llena y no medio vacía. Se supone evidentemente que la susodicha botella contiene un líquido preciado, podría ser el excelente aceite de oliva virgen extra de Huelva o uno de los no menos excelentes vinos del Condado procedentes de la singular uva zalema.
De forma quizá no tan pragmática, pero sí muy poética, lo expresaba en el siglo XVII el poeta Bashoo, considerado como uno de los grandes maestros del haiku japonés. Cuentan que un día en que paseaba por el campo con su discípulo Kikaku, viendo revolotear unas libélulas, este compuso sobre la marcha el siguiente haiku: "¡Libélulas rojas! / Quítales la alas / y serán vainas de pimienta". El maestro le contradijo "No. De ese modo has matado a la libélula. Di más bien: ¡Vainas de pimienta! / Añádeles alas / y serán libélulas!".
A fin de cuentas, el mensaje que transmiten los dos consejos es similar: nos conviene ver, y para eso hay que entrenar, el lado positivo de las cosas. La experiencia nos dice, por otra parte, que los hechos lamentables o conflictivos, con la perspectiva que da el tiempo, salvo en algunos casos auténticamente graves, pierden virulencia o, al menos, su impacto negativo se atenúa. Para mi propio gobierno, intento convencerme con la reflexión de que, al igual que después de la tempestad viene la calma, tras un día de enfado, emocionalmente tormentoso, llega al espíritu la tranquilidad, la conformidad, el perdón, según los casos. Pero, aunque le sigan otros mejores, ese día negativo ya no se recupera jamás y no podremos contabilizarlo con los días gratos que vivamos. Por eso, teniendo en cuenta que la vida es limitada, debemos hacer lo posible por que la mayoría de los momentos sean agradables, provechosos y, si es posible, hasta felices.
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Espero que os haya gustado. Bajo mi punto de vista, es un canto al optimismo y una llamada a aprovechar el tiempo viviendo felizmente.
Un saludo,
Adrián Infante (4º Psicología; Administrador)
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