A menudo nos abordan situaciones, historias, hechos oídos o simplemente pensamientos propios sobre adicciones, o más concretamente sobre casos de personas concretas con alguna adicción en sus vidas.
Automáticamente, alentados por una sociedad sin escrúpulos que nos empuja sin pudor hacia la generalización, la etiquetación de personas y los prejuicios, vienen a nuestro cerebro imágenes específicas de personas tiradas en la calle, pidiendo dinero a los transeúntes, malolientes, sucios, sin rumbo en sus vidas. Además, muchos de nosotros, sin saber muy bien por qué, atribuimos a estos individuos que acaban de nacer en nuestras cabecitas cualidades de vagos, ladrones, criminales, etc; en general, personas a las que no debemos acercarnos porque pueden hacernos más mal que bien con sus vicios, su perversión y su afán por llevar su vida y la de los que le rodean a un abismo muy profudo que tiene como suelo la muerte.
La mayoría de las veces, ni siquiera nos planteamos si la persona en cuestión (si es que lo vemos como persona y no como deshecho) tiene familia, trabajo, estudios, etc, y mucho menos pensamos en qué le habrá llevado a esta situación, qué causas familiares, sociales, económicas o, simplemente, de personalidad habrán hecho de ella/él el ser inmundo que es hoy.
De hecho, si alguna vez vienen a nosotros preguntas como éstas, justificaremos nuestros pensamientos diciendo cosas como "él/ella se lo ha buscado", "debería haberlo pensado antes de probar esa mierda" o "yo no tengo la culpa de su situación y no tengo por qué preocuparme de ello". Si hay alguien que se para a reflexionar un poco más, incluso llegará a afirmar que le han educado con esos valores (llamar valores a eso...) y piensa de esa manera porque lo ha hecho toda la vida y porque es lo "normal" (de verdad, cada vez veo menos sentido a esa palabra).
Pero hay otra manera de pensar.
Una manera en la que una persona no justifica sus pensamientos ni acciones escudada en su inconsciente.
Existe esa manera consciente de pensar que no deja los actos propios a la suerte de la persona que se ha encargado de su educación, ni culpa a la sociedad por su manera de proceder.
Sólo hay que ralentizar el proceso, parar la automatización, detenernos y preguntarnos a nosotros mismos el porqué de lo que está llegando sin permiso a nuestra cabeza. Se trata, simplemente, de guiar los pensamientos propios sin dejar que ellos nos guíen a nosotros conduciendo por una autopista neuronal cuya meta desconocemos. No hace falta convertirse al budismo y practicar la meditación Zen; solamente es cuestión de control, relax, serenidad y cordura, es cuestión de que, cuando un pensamiento o emoción nos aborde, intentar averiguar por qué, en vez de aceptarlo como si no fuera nuestro. Requiere un mayor esfuerzo, pero es exponencialmente más gratificante.
Así, y sólo así, cuando nos hablen de una persona con una adicción, tendremos el acierto de preguntarnos a nosotros mismos: ¿A qué es adicto? ¿A una sustancia, a una costumbre, a una persona quizás...? ¿Cuánto tiempo llevará así? ¿Tendrá familia? ¿Cómo será su relación con ella? Y su trabajo, ¿se verá afectado por su adicción? ¿Sabe su círculo de amigos (si los tiene) que tiene una adicción? ¿Su adicción es aceptada socialmente? ¿Cuál será su nivel económico?... Y como esta, infinitas preguntas más que harán, en último término, que percibamos que, en lugar de basura humana, se trata de personas. Además, nos daremos cuenta de cómo muchas de estas personas son asombrosamente parecidas a nosotros y también de lo cerca que tenemos a personas adictas de las que nunca hubiéramos sospechado nada.
Es más, quizás descubramos en nosotros mismos alguna adicción cuya existencia desconocíamos (voluntaria o involuntariamente) y que sea la causa de posibles problemas o situaciones de malestar personal...
Un saludo, Adrián Infante.
Automáticamente, alentados por una sociedad sin escrúpulos que nos empuja sin pudor hacia la generalización, la etiquetación de personas y los prejuicios, vienen a nuestro cerebro imágenes específicas de personas tiradas en la calle, pidiendo dinero a los transeúntes, malolientes, sucios, sin rumbo en sus vidas. Además, muchos de nosotros, sin saber muy bien por qué, atribuimos a estos individuos que acaban de nacer en nuestras cabecitas cualidades de vagos, ladrones, criminales, etc; en general, personas a las que no debemos acercarnos porque pueden hacernos más mal que bien con sus vicios, su perversión y su afán por llevar su vida y la de los que le rodean a un abismo muy profudo que tiene como suelo la muerte.
Persona consumiendo heroína |
La mayoría de las veces, ni siquiera nos planteamos si la persona en cuestión (si es que lo vemos como persona y no como deshecho) tiene familia, trabajo, estudios, etc, y mucho menos pensamos en qué le habrá llevado a esta situación, qué causas familiares, sociales, económicas o, simplemente, de personalidad habrán hecho de ella/él el ser inmundo que es hoy.
De hecho, si alguna vez vienen a nosotros preguntas como éstas, justificaremos nuestros pensamientos diciendo cosas como "él/ella se lo ha buscado", "debería haberlo pensado antes de probar esa mierda" o "yo no tengo la culpa de su situación y no tengo por qué preocuparme de ello". Si hay alguien que se para a reflexionar un poco más, incluso llegará a afirmar que le han educado con esos valores (llamar valores a eso...) y piensa de esa manera porque lo ha hecho toda la vida y porque es lo "normal" (de verdad, cada vez veo menos sentido a esa palabra).
Niño esnifando pegamento |
Pero hay otra manera de pensar.
Una manera en la que una persona no justifica sus pensamientos ni acciones escudada en su inconsciente.
Existe esa manera consciente de pensar que no deja los actos propios a la suerte de la persona que se ha encargado de su educación, ni culpa a la sociedad por su manera de proceder.
Sólo hay que ralentizar el proceso, parar la automatización, detenernos y preguntarnos a nosotros mismos el porqué de lo que está llegando sin permiso a nuestra cabeza. Se trata, simplemente, de guiar los pensamientos propios sin dejar que ellos nos guíen a nosotros conduciendo por una autopista neuronal cuya meta desconocemos. No hace falta convertirse al budismo y practicar la meditación Zen; solamente es cuestión de control, relax, serenidad y cordura, es cuestión de que, cuando un pensamiento o emoción nos aborde, intentar averiguar por qué, en vez de aceptarlo como si no fuera nuestro. Requiere un mayor esfuerzo, pero es exponencialmente más gratificante.
Así, y sólo así, cuando nos hablen de una persona con una adicción, tendremos el acierto de preguntarnos a nosotros mismos: ¿A qué es adicto? ¿A una sustancia, a una costumbre, a una persona quizás...? ¿Cuánto tiempo llevará así? ¿Tendrá familia? ¿Cómo será su relación con ella? Y su trabajo, ¿se verá afectado por su adicción? ¿Sabe su círculo de amigos (si los tiene) que tiene una adicción? ¿Su adicción es aceptada socialmente? ¿Cuál será su nivel económico?... Y como esta, infinitas preguntas más que harán, en último término, que percibamos que, en lugar de basura humana, se trata de personas. Además, nos daremos cuenta de cómo muchas de estas personas son asombrosamente parecidas a nosotros y también de lo cerca que tenemos a personas adictas de las que nunca hubiéramos sospechado nada.
Es más, quizás descubramos en nosotros mismos alguna adicción cuya existencia desconocíamos (voluntaria o involuntariamente) y que sea la causa de posibles problemas o situaciones de malestar personal...
Un saludo, Adrián Infante.
6 comentarios:
Soy voluntaría en Proyecto Hombre.. hay afirmaciones en las que estoy totalmente de acuerdo y desde la que me baso para hacer lo que hago.. pero hay otras como "...cualidades de vagos, ladrones, criminales, etc" mientras que no dependan realmente de la sustancia, tanto que llegue a destrozarles su vida, creeme que tienes motivos más que suficientes como para pensar en eso.. El que menos te esperas puede ser drogadicto, el abogado más famoso o médico, e ir siempre bien trajeados, pero aunque parezca contraproducente, la mayoría suelen ser de una clase social media-baja, por lo que en el momento que su vida empiece a decaer por el consumo (amigos, familia, trabajo..) y harán lo que necesiten para seguir consumiendo.. Por lo que no se puede ir tan a la ligera el dejar de desconfiar..
Con esto me refiero a que si es una persona en la que actualmente está consumiendo, mejor, tener cuidado, porque no sabes qué efectos puede producir la droga o el mono de ésta...
Ahora.. si es una persona que lleva tiempo sin consumir o que quiere rehabilitarse o está en tratamiento, son las personas más afables de la tierra, y te lo digo por experiencia..
Sinceramente, creo que la mentalidad de malas etiquetas no se podrá quitar nunca, porque aunque la droga sea un problema social, dependiendo del dinero se te pondrá una etiqueta u otra.. un obrero de clase media baja, se le llamará drogadicto, alguien perteneciente a la alta (o incluso media-alta) se le dirá dependiente de una sustancia...
El verdadero problema viene en la connotación que la palabra drogadicto..
Creo que me estoy enrollando demasiado y hoy me siento espesita! lo siento!
Totalmente de acuerdo contigo, me refería al hecho de criticar a alguien por "vago, ladron, criminal..." sin saber cómo ni por qué se ha producido esa situación.
Es más fácil desconfiar de cualquiera que intentar hacerlo sólo de las personas que realmente pueden suponer un peligro.
Respecto a lo último que has dicho, el problema es el dinero y no sólo en el caso de las adicciones, sino en todos. Ejemplo: Una persona que llega de otro país en patera es un inmigrante, una persona que llega de otro país fichado por un equipo de fútbol sólo es extranjero.
Por experiencia y tras ver muchos casos.. la situación ha llegado por la manera que tenemos de ver el mundo..
Una madre, tiene 2 hijos, uno mayor y otro pequeño, al mayor le da más comida y al chico menos... el chico puede interpretar que le da menos comida porque le quiere menos, pero la madre lo hace porque tiene el estómago más pequeño...
Por tonterías como esa, día tras día, y por interpretaciones de la realidad distintas entre personas, he visto algunos casos de echarse a perder una vida...
Sí, ciertamente, donde algunas personas ven tonterías sin importancia, otras ven una ofensa o un gesto de repulsa. Es el resultado de la falta de comunicación.
Yo vivo en un lugar donde las drogas, la violencia y la sangre es el pan de cada día. Me crea una gran impotencia ver que las personas con las que he pasado la infancia (que actualmente sigo denominando "amigos"), que hemos compartido los mismos valores y la misma educación hayan sido tragados por la facilidad de la venta y consumo de ciertas sustancias, ya que cuando uno está drogado no piensa en la crisis, no piensa en las denuncias, no piensa en nada, sólo consume.
Las connotaciones hacen más daño al individuo que el consumo en sí de cualquier sustancia. El consumo afecta durante un tiempo limitado, donde en ese tiempo pueden cometerse actuaciones por parte del sujeto ajenas a éste y a cualquier norma socialmente aceptable, e incluso en el período de abstinencia pueden cometerse ciertos delitos para conseguir algo para la compra de nuevas sustancias. Sin embargo, el individuo es "socialmente aceptado" en el grupo social en el que se encuentra y "un inadaptado social" para el resto de los grupos. Esto conlleva a que el sujeto sólo se relacione en su único grupo, perdiendo por completo las diversas oportunidades que podrían beneficiarle pero que le serán negadas sólo por la etiqueta que lleva en su espalda.
El tema es mucho más denso de lo que nos pensamos y me siento muy orgullosa que personas como Coraline trabajéis y apoyéis a personas que, independientemente de sus motivos, experiencias o del ámbito social en que habita, le mostréis y consigáis que salgan de ello y os estén eternamente agradecidos. Por todo, sólo gracias.
¡Gracias a ti por comentar!
Publicar un comentario